"La propuesta de La biología de la creencia contiene varios planos de
acercamiento.
El principal podría resumirse a costa de ser simplificador, en que la carga
genética de todo ser viviente no sólo no determina las condiciones biológicas
en la que se va a desarrollar, sino que ni siquiera es el factor condicionante
fundamental. Lo que le condiciona como organismo vivo es su entorno físico y
energético. Este golpe definitivo al darwinismo oficial no se expone de un
modo dogmático sino que se plantea como la confirmación de las hipótesis de
trabajo que pasan por el estudio del núcleo y la membrana de las células, de
los presupuestos desde los que el correspondiente órgano que debería regir
sus actividades, el cerebro, no actúa como tal desde el lugar en el que se
había dado por sentado.
Lipton.
Una segunda gran premisa es la necesidad de ajustar el microscopio
electrónico a la dimensión de la comunidad que interactúa y no sólo al de la
célula como ser aislado. Cuando seguimos a Lipton en su apreciación del ser
pluricelular que adopta la cooperación para sobrevivir, deja atrás la evolución
como acto competitivo en el que sólo los más fuertes sobreviven. Son los
organismos con mayor capacidad de trabajar de un modo conjunto los que
logran esta meta.
Recordemos que la noción de sistema en varias disciplinas partió de los
descubrimientos en el campo de la biología. Sin embargo desde la mística
oriental hasta la física cuántica, en el organicismo de Platón, desde la
economía hasta el campo jurídico, la idea de sistema ha encontrado su punto
de anclaje en la consideración de la comunidad de elementos que interaccionan
en la especialización del trabajo y en la cooperación para la
resolución de sus problemas.
El tercer nivel, el de mayor impacto en el libro, es cómo las creencias
operan en ese entorno. Si su hipótesis de trabajo es correcta, si sustituimos
esa metáfora eficaz pero de dudosa raíz según Lipton, de que el control
genético es la llave que cierra nuestro destino, nos encontramos en otro
escenario radicalmente opuesto: no somos víctimas de nuestros genes sino
los dueños y señores de nuestros destinos".
TOMADO DEL PRÓLOGO DE LA EDICIÓN DIGITAL.
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