La personalidad es un patrón general y relativamente
duradero de pensamiento, sentimiento, acción, e interacción con otros que
permite a los humanos adaptarse con flexibilidad a los cambios en su entorno,
participar efectivamente en actividades para lograr metas y tareas, y cultivar
relaciones significativas con otros, incluyendo a Dios.
Un desorden de personalidad (DP) se presenta cuando las
personas experimentan “dificultades con la regulación de emociones y en
consecuencia son vulnerables a extremos de emociones abrumadoras, incluyendo
episodios de intensa depresión, ansiedad, e ira;… dificultades de relaciones
recurrentes; severos problemas con la intimidad emocional; problemas laborales;
y problemas con la regulación de impulsos”, el último se observa en el abuso de
sustancias y otros comportamientos adictivos.
De acuerdo con el criterio para la psicopatología desarrollado por la
comunidad psicodinámica, hay cuatro niveles de funcionamiento humano:
normal/saludable, neurótico, límite, y psicótico.[7] Los más sanos entre
nosotros viven la mayoría del tiempo en el rango normal. Aquellos con síntomas
leves de dificultades y disfunción pasan la mayoría de su tiempo en el rango
neurótico, aquellos con niveles moderados de dificultades y disfunción
funcionan en el rango límite, y aquellos con los síntomas más severos (como
aquellos relacionados con la esquizofrenia) caen en el rango psicótico.
Aquellos con desórdenes de personalidad, entonces,
frecuentemente perciben incorrectamente y malinterpretan a Dios, a ellos
mismos, a otros, y a sus circunstancias, en parte porque su equipo de
interpretación (sus percepciones, pensamiento, emociones, actitudes, y estilos
de interacción) fueron moldeados en contextos familiares distorsionados y
conflictivos. Como resultado, tempranamente desarrollaron patrones de
afrontamiento y de relación con otros que rápidamente reducirían su dolor y
emociones negativas, así como el conflicto relacional. Sin embargo, aunque
estos patrones les pudieron servir para protegerse en el contexto en el que se
desarrollaron, son rígidos y frecuentemente operan automáticamente, fuera de la
conciencia de uno, dificultando la participación precisa y flexible con la
realidad presente, así que tienden a causar problemas en la adultez.
En el DSM-5, el mayor sistema de diagnóstico en Norteamérica,
los DPs se organizan en tres grupos. El Grupo A incluye los DPs paranoide,
esquizoide, y esquizotípico. Aquellos con DP paranoide encuentran difícil el
confiar en otros, y tienden a sentir que otros están conspirando contra ellos.
Ellos interpretan declaraciones inocentes como hostiles y pueden entretener
teorías conspiracionistas. Las personas con DP esquizoide simplemente quieren
que los dejen solos, y algunos los perciben como distantes, raros, y sin
emociones. El DP esquizotípico comparte algunas similaridades con la esquizofrenia
—discurso y pensamiento desordenado, comportamiento desconcertante, y emociones
inapropiadas (incluyendo la falta de emociones)— pero sin alucinaciones ni
delirios. Muchos de aquellos con DPs del Grupo A vienen de familias que tienen
más probabilidades que el promedio de tener estos DPs así como esquizofrenia.
Existen influencias biológicas fuertes, y en ocasiones la medicación puede ser
útil.
El Grupo B está formado por los DPs antisocial, límite (o borderline),
histriónico, y narcisista. Las personas diagnosticadas con DP antisocial
parecen carecer de conciencia. Pueden ser despiadadas, imprudentes, y
manipulativas, y en algunos casos propensas a la conducta agresiva.
Aproximadamente tres cuartas partes de las personas encarceladas en Estados Unidos
tienen este desorden y el pronóstico es pobre.[9] Aquellos con DP límite tienen
relaciones intensas y difíciles caracterizadas por ciclos de peleas feroces
seguidas por recuperaciones desesperadas y dolorosas. Son impulsivos y se miran
a ellos mismos negativamente; esta autoevaluación a veces se manifiesta en
automutilación e intentos de suicidio (y el diez por ciento tiene éxito). Las personas que tienen un DP histriónico son altamente emocionales y piden y
buscan afirmación sobre su atractivo o valor, a veces actuando seductivamente
para demostrar su encanto o valía. El DP narcisista se manifiesta como
autoimportancia excesiva, falta de empatía, y la búsqueda de admiración, lo que
frecuentemente resulta en decepción, exacerbada por un sentido de fraudulencia
o falta de valor. Se ha encontrado que muchos en este grupo tienen historias de
trauma de desarrollo significativo (por ejemplo, abuso físico o sexual,
abandono, pobreza, negligencia) que ayudan a explicar sus dificultades
relacionales y de regulación de emociones.
Los DPs del Grupo C son evitación, dependencia, y
obsesivo-compulsivo. Las personas diagnosticadas con DP por evitación se
sienten muy inferiores a otros, y por lo tanto se encuentran severamente
incómodos en contextos sociales y son extremadamente sensibles a la crítica.
Aquellos con DP por
dependencia se sienten terriblemente indignos, así que se aferran a otros, a
quienes necesitan para tomar decisiones y asumir responsabilidades (y por lo
tanto pueden culparlos cuando las cosas salen mal). Son seguidores que están
inclinados a servir. Aquellos con DP obsesivo-compulsivo son
perfeccionistas y rígidos en su comportamiento; pueden ser acumuladores o
tacaños, y otros los perciben como controladores. Aquellos en este grupo
frecuentemente crecieron en familias donde existía mucho caos, ansiedad,
depresión intergeneracional a largo plazo, y cuidadores impredecibles o
explosivos, a veces llamados “ambientes de contención o retención
comprometidos”, lo que puede ayudar a explicar su postura contraproducente
hacia otros.
Publicado originalmente en Desiring God.
Traducido por Ana Ávila
ESTARÉ PUBLICANDO NUEVAMENTE SOBRE EL TEMA EN OTRA OPORTUNIDAD, ESPERO LES SIRVA PARA IR COMPRENDIENDO UN POCO MAS SOBRE NUESTRA PROPIA PERSONALIDAD.